Reportaje a docente de la Funlam

miércoles, 28 de octubre de 2009

Nubia, simplemente Nubia

El 14 de noviembre de 1817 por orden del español Pablo Morillo, y después de ser encontrada, fue fusilada la heroína colombiana Policarpa Salavarrieta.

La Pola, como la llamaban, nació en 1795 en la población de Guaudas y Llegó a organizar destacamentos militares para apoyar a Francisco de Paula Santander y Simón Bolívar, ella fue una mujer que se quedó en la historia por la defensa que hizo a los compatriotas asilados en la capital colombiana.

No es 1817, y no se están librando las batallas por la independencia de este país suramericano, de igual forma Nubia tampoco es una revolucionaria, al menos no activa, y difícilmente será fusilada, entonces, ¿Por qué sus amigos de la universidad le decían Policarpa?

“Ahh, pues que porque yo era la abogada de los pobres” dice Nubia Amparo Mesa a un par de jóvenes que le entrevistan en el aula 11-102 de la Fundación Universitaria Luis Amigó (Funlam).

Eran poco más de las cuatro de la tarde del lunes 19 de octubre cuando ingresé al aula 102, con la intención de solicitarle un espacio a una docente, que en primera instancia me había llamado la atención, por trabajar en la Universidad Pontificia Bolivariana, y con la que desde el mes de agosto comparto 9 horas semanales.

El piso estaba resbaloso, lo que me ofuscó. Según el noticiario que vi poco después de entrevistarme con ella, el aguacero de aquella tarde había tumbado arboles en la ciudad y había afectado a barrios como Moravia, pero yo me había resbalado, y para entonces esa era la principal consecuencia que conocía de la lluvia.

¡Valla sorpresa!, una joven de cabello rojizo, alta y con una voz un tanto chillona me había ganado la partida y ahora era ella quien tenía la primicia de entrevistar a la Comunicadora social, que además, había sido docente de la Universidad de Antioquia, reportera de radio y comunicadora de Comfama.

- Profe es para ver si me puede dar un espacio mañana, para una entrevista que…

- Mañana no tengo tiempo, si quiere hagámosla ya.

Decidido me senté al lado de mi coleguita Paola Medina, quien era la que tenia primacía sobre mi fuente. Descaradamente me ubique a escuchar la serie de preguntas que ella le formulaba, rápidamente pude valorar los avances que había dado en materia de investigación.

Esa mañana, en uno de mis múltiples lapsos metales, había votado mis llaves, mis lapiceros y todas esas cosas. Ahora buscaba desesperadamente en mi bolso algo que me permitiera registrar la entrevista, pero ni modo, no encontré nada; entonces Paula sacó un mordisqueado lapicero y me lo prestó.

- “Una vez en el primer noticiero que trabajé, mi jefe se fue para un viaje, los dos primeros días salió perfecto; el tercer día me toco hacer un cubrimiento especial y no me di cuenta de que el micrófono estaba abierto y dije “hay hijueputa la cague”. Mañana regresa Jota y me hecha, Pensé.

Lo peor de todo es que mientras tomaba atenta nota a la anécdota de la docente, el lapicero mordisqueado aquel, se quedó sin tinta. Nubia sonríe, se pone en pie va a su bolsa y dice “solo tengo este, es de color rojo”. Pese a no ser la mejor alternativa, es la única que tengo, pensé. Así que asiento con la cabeza y lo recibo. Por fin ubicado y listo para trabajar y preparado para entrevistar a la aventurera, la soñadora, la amante de la literatura y enamorada de la vida.

Nubia es la primera de dos hijas del matrimonio de don Luis y dona Berta, “mi papá era tendero, lo ha sido desde siempre y mi mamá es modista, es una artista” agrega Nubia, mientras con su exagerada gestualidad recuerda que también que su padre fue arriero en Santa Rosa. Ella, al igual que su hermana gozó de todas las comodidades que les proporcionaron sus padres, a los que ella define como amorosos y entregados.

Nubia recuerda que a su padre le faltan tres dedos en una de sus manos, los perdió cuando aún era arriero. Además, enfatiza en el legado más importante que él y su madre le dejaron. Su educación.

El Túnel de Ernesto Sábato es su libro favorito, el texto narra la historia de un joven pintor que se enamora y se obsesiona de una chica, que en una de sus exposiciones descubre un detalle en una de sus obras, una pequeña ventana. El artista termina asesinando a la joven.

Ya se aproximaban las cinco de la tarde el sol, de forma hipócrita y debilucha se filtraba por algunos segundos, en ese momento recordé que a las cinco de la tarde tenía un compromiso y que debía darme prisa.

Ver a Nubia e intentar relacionarla con un texto como El Túnel era algo paradójico, ella es una mujer descompilada, de buen gusto, a mi parecer; alegre, sensible, sencilla e idealista y por su parte la trama del libo muestra a un artista obsesivo, y algo paranoico.

-¿Por qué es su libro favorito?, pregunté.

Una maliciosa sonrisa precedió su respuesta. “porque el amor es que a uno lo descubran, y ese libro me recuerda mucho que Mario vio en mi lo que nadie más había visto”. ¿Ah algo así como la ventanilla que descubrió esa chica en la pintura? Pregunté. Ella asintió con la cabeza.

Mario Oquendo, músico de la Universidad de Antioquia es su esposo y es con quien lleva 23 años y lo que Mario descubrió en palabras de ella fue: “cuando yo estaba en la universidad mis amigos me decían que yo era muy sexy, pero Mario, me dijo que yo no era sexy, que yo era extremadamente tierna y que lo que yo quería era casarme y tener hijos, él descubrió en mí lo que era”.

Su mirada deja escapar un aire de satisfacción y su sonrisa evidencia una malicia discreta, ella continúa diciendo: “nos casamos cuando llevábamos sólo seis meses de ser novios, no teníamos nada, solo cuadros, el fogón no lo regaló una amiga, nos fuimos a vivir a una casita a una hora de camino en San Cristóbal; nos robamos los bombillos en la Universidad”.

“Además, El Túnel, refleja lo que el hombre hace con el amor, el hombre a veces mata lo que ama, porque cree que amar es poseer”, agrega.

Con Mario tuvo a Ana María, quien tiene 21 años y estudia Diseño Grafico en la Universidad Pontificia Bolivariana, María gozó de una madre que quiso presentarle el mundo, la vida y la felicidad, desde la literatura, la simplicidad, el amor, el teatro y la música, “ Anita es expresiva, yo racional ella creativa y sociable, yo disfruto más la soledad, Anita sabe que siempre estoy ahí para ella, siempre quise mostrarle el mundo y todas sus facetas y ahora ella me dice que gracias a mí, entiende la vida “.

Al hablar de sus logros, lo primero que resalta es su titulo de Comunicadora Social. Ella es egresada de la universidad de Antioquia y se graduó en 1984, posterior a ello realizó estudios en inglés.

Su experiencia profesional inició en 1986 cuando ingresó a trabajar en el Noticiero Económico Antioqueño, “allí una amiga me dijo que estaban buscando periodistas para presentar una asamblea, para trabajar con J Enrique Ríos, y el sólo escogió a una, me dejó a mí”, afirma. A partir de eso su vida laboral transcurrió por cadenas radiales como el Clarín, Colmundo Radio, Todelar, Radio Súper y RCN radio. Posterior a ello y durante 15 años trabajó como la comunicadora de Comfama actualmente es docente de la Funlam

Entre leer, escribir, caminar, enseñar y reír transcurren los días de la Libre, Bohemia, talentosa y nostálgica Nubia. Los fines de semana viaja a Santa Elena “donde tengo un pedacito de tierra”, clarifica, y con sus dedos enfatiza en que efectivamente es un “pedacito”. Allí disfruta de la soledad de un buen libro, de la tranquilidad del campo y escribe.

Eran las cinco y cuarto de la tarde de aquel lunes, el anochecer se aventura a robarle la luz al día, más pronto que de costumbre, entonces intento, en mi libro de apuntes escribir algunas preguntas que me permitan concluir con la entrevista de inmediato. Se me notaba la prisa, y a Nubia y a Paula el desconcierto de ver a “un intento de periodista” que había llegado tarde, con una improvisada agenda de apuntes y sin lapiceros, y que para acabar de ajustar intentaba castrar abruptamente la amena conversación”.

Pese a ello formulé las típicas preguntas de reina como… ¿Qué piensa del amor, de la guerra? ¿Que odia?, ¿a que le teme? Y esas cosas.

“le temo a odiar”, fue lo último que oficialmente le dijo Nubia al par de estudiantes que se despedían y agradecían. Salimos del aula de clase, y nos dirigimos a la puerta que queda por el Auditorio santa Rita.

-Profe feliz tarde y gracias, nos vemos el jueves, dije.

- feliz tarde Andrés. Dice desde la distancia y con una mano estirada que se moviliza entre el vaivén del viento y una escueta risa.

-Paula, es que como llegue tarde vos me podrías prestar la primera parte de la entrevista para sacarle copia, ¿conchudo verdad?

Paula accede y vamos a sacarle copia al documento, posteriormente nos despedimos, y mientras me acerco a la calle Colombia descubro dos cosas de vital interés para mi trabajo, la primera es que se me había olvidado tomarle una foto a la docente y la segunda estaba en las notas de Paula

Nubia pertenece a un grupo literario llamado Aprendiz de Brujo, grupo que tenía su primera publicación, un texto llamado “primer conjuro “en el que Nubia publicó un cuento sobre una modista en homenaje a las modistas, a su madre.

Además, hace parte de un grupo de caminantes llamado “Los Patianchos”, valla nombres, pensé, pero ello reflejaba en algo el espíritu de una mujer compleja pero simple, bohemia pero citadina, madura pero conservada, escueta pero culta, expresiva pero solitaria, sexy pero romántica. Reflejaba a Nubia simplemente a Nubia

“CASA DE CITAS”, ¿NO ERA UN BURDEL?

lunes, 26 de octubre de 2009


“CASA DE CITAS”, ¿NO ERA UN BURDEL?

OJO

PIDO ENCARECIDAMENTE QUE MI TRABAJO NO SEA EVALUADO DESDE ESTE TEXTO SOLAMENTE, ÉSTE ES UN EXPERIMENTO QUE QUISE HACER, UN ESTILO EN EL QUE POR PRIMERA VEZ INCURSIONO, POR ELLO EVITAR TOMAR DIRECTAMENTE TODAS LAS ASEVERACIONES QUE EXPONGO, AUNQUE TIENEN MUCHO DE CIERTO

Llegando al museo

Lo más curioso es que ese día tenia sueño, estaba cansado y realmente poco motivado, lo más común es que por eso de que soy responsable decidiera ir, y así fue, eran las doce del medio día del sabado16 de octubre de 2009 cuando yo me encontraba cruzando la entrada principal del Museo de Antioquia, un sitio a mi parecer, un poco elitista, y eso no indica que no aprecie el arte o no asista a él.

Afuera un envolvente sol rodeaba la enigmática y representativa Plaza de Botero, que conserva en 12 mil metros, 23 esculturas del maestro Fernando botero, desde el 2000; alrededor de ellas estaba un grupo de personas incultas que vendían chicles, otras con uniformes azules y una nevera de icopor ofrecían bolis de marca, otras tantas ofrecían tomar una foto, y las más cultas de todas, las cultísimas se subían en las obras, en medio de los robustos muslos de las obras del que es uno de los más famosos escultores colombianos.

Olor a chunchurria, a plaza de pueblo; palabras burdas, otras tantas mal pronunciadas, gente descalza, sucia, mal oliente; múltiples prepagos, perdón, Vendedoras de minutos, que pena la aseveración, pero me refiero a lo de Prepagos por eso de las tarjetas; bueno, creo que son post pago o algo así. Ese era un espectáculo cultísimo y selecto para escoltar la entrada al elitista centro de conocimiento, de sobrios modales y de refinados hábitos.

Me encontraba parado tras el lobby central, donde una magna obra del maestro Pedro Nel Gómez, el artista que naciera en Anori Antioquia en 1899 y que se convirtiera en uno de los más representativos muralistas de América, y que ahora me empezaba a mostrar el contraste existente entre la Plaza y el Museo

Ingresan a eso de las 12 y 10 tres rubiecillos, de esos que vienen a hacer turismo sexual a Medellín, perdón, de esos de chancletas, pantalones cortos y gafas oscuras que disfrutan de las ciudades latinoamericanas, de su excelente clima; su cultura, su patrimonio, sus museos y sus chicas. Pese a mi desconocimiento casi total del inglés, me percate de que el guía lo manejaba bien. Les dio la bienvenida, una pequeña inducción y una serie de volantes para mayor ilustración, hasta místeres les dijo; curioso, a mí ni me saludo, supongo que supo que yo no hablaba ingles y, además, supongo que él no hablaba español.

Posterior a ello me encontré con dos chicas de la universidad, con quienes disfrutaría de una exposición que me aproximaba, por su nombre a una instalación de burdeles. Pasamos por el pasillo del ala derecha que conducía a la sala 5, al llegar nos recibió, es más, no nos recibió afirmando que era su hora de almuerzo una guía llamada Patricia.

Sin guía, con mucho sueño y con el olor de la plaza aún impregnado saqué mi cámara para tomar una fotografía a los múltiples mapas conceptuales que se extendían en las paredes del museo y que precedían las obras.

En ese momento, Patricia, que se había ido a almorzar, apareció como por arte de magia y nos prohibió tomar fotos dentro de la sala, al igual que contestar el celular, comer, sentarnos, hablar en voz alta, cruzar la línea amarilla, tocar las obras; creo que le faltó prohibirnos respirar fuerte. Además, pienso que si mis amigas hubieren llevado tacones les hubiese tocado quedarse por fuera.

En la exposición

Una obra sin duda particular, gran cantidad de artistas colombianos como Alejandro Sánchez, Johan Barrios, Camilo Restrepo, Nelson Guzmán, Sebastián Fierro, Andrés Buitrago, Leonardo Castaño, Beatriz González, se inspiraron en grandes artistas de la historia, como Marco Mojica, Andy Warhol y Marcel Duchamp para construir su obra, era algo como copiar de un texto pero sin poner las comillas, “citar hace mención a la cadena de sustituciones que domina la construcción del significado en el lenguaje”, era solo uno de los apartes que daban la bienvenida a la obra.

Trabajos inspirados en el Pop Art, en el arte abstracto y vivencial, obras de cotidianidades y aproximadas a la realidad. Era como llegar a la praxis de la teoría. Praxis de museo para una realidad que no interpretaba por mi limitada capacidad de interpretación y por mi descontento ante la imposibilidad de sentarme.

Mientras analizaba las complejas y densas obras y falsamente intentaba darles una interpretación, sólo se me ocurría pensar en un mueble, rojo preferiblemente, ubicado en frente de cada obra, y al lado una buena Peroní, ello hubiera ayudado bastante, pero ni modo me tocaba fingir de pie, con las manos cruzadas y sin la mas mínima posibilidad de beber una buena cerveza, y que quede claro no es que tenga la costumbre de beber.

La serie Sed del Mal, de Nelson Guzmán, paradojamente me causo gracia; una foto de una boda, que en la parte superior decía Pánico, Perfil de un Artista Borracho de Sebastián Fierro, Prohibido Orinar en las Fuentes de Daniel Salamanca, piratería sentimental de Humberto Jinca, fueron otras obras que de forma muy culta y ortodoxa intentaron mostrar realidades, contextualizar sucesos y construir memoria. En el caso de la obra de Humberto Jinca se recreaban caratulas de discos que abarcaban artistas como Rafael hasta llegar a los Beatles.

“Pague uno lleve dos”, bello nombre para una obra que está ubicada dentro de un edificio que se encuentra rodeado por una plaza famosísima por su “dos por uno”, pido perdón si al hacer claridades referente al “dos por uno“hiero susceptibilidades, “dos polvos por uno “sólo que a diferencia de la obra de Johan Barros esta oferta solo incluía mujeres, no vacas.

Ya eran más de las 02:00 de la tarde casi dos horas de pie, con hambre y sintiéndome medio ignorante, así que sugerí que tomáramos un descanso; otra cosa que se me fue negada aquella tarde y continuamos.

Andrés Gaitán tenía una obra al mejor estilo de Andy Warhol, hasta la diva Monroe apareció, al lado una pantalla plasma, que gracias a que era parte de la obra, podía darse el gusto de sonar medianamente humana, unas princesitas de Disney algo aberrantes pero profundamente agradables para mi vista por su carga semántica bailaban un reggaetón, de mal gusto por cierto. Como para mostrárselas a mi sobrina, pensé.

De pronto aparece ante mis ojos un dios caído, con dos cabezas, cuatro manos y solo dos piernas, dejándose tentar por los placeres mundanos. Hasta ahora esa era la obra más cercana a la realidad. Afuera desfilaban, los fines de semana múltiples jóvenes que como mercancía se dejaban tentar y tentaban a los rubiecillos, no a todos gracias a Dios. Si la obra era desconcertante el Satírico y rudo comentario de Carlos Castro, su autor era estremecedor “Os invito a levantaros”, ¿quien se levanta a punto de tener un orgasmo? Contestaría Fernando Vallejo atiborrado de risa.

Al pasar por la última sala de exposición de la sede principal, decido detenerme en frente de la obra de Fernando Uhia “Reaymade”, la cual concluye de forma excepcional con dos horas de tortura para mis pies y desconcierto para mi mente. “No exponer una concepción del mundo como algo exterior a él, sino experimentar la pieza misma, construirla con su actividad manual, tener la vivencia de su misma ejecución, lo que convierte la pieza en una obra experimentada, evitando el objeto abstracto”. Maldición se me había olvidado que no me podía sentar y como era de esperarse me hicieron poner de pie.

Saliendo del museo

El hambre, el dolor de cabeza, el cansancio, el desgaste y los múltiples sueños frustrados, ese de tener un sillón rojo en frente de cada obra y de poder beber una buena cerveza mientras discutía con un guía, la obra, sacaron lo peor de mi persona.

Al salir de la última sala, sabía que no se trataba de un burdel. Maldición, tal vez por esa razón todo el tiempo pensé en herejías mundanas, cervezas y algo en que sentarme. Allá, en un burdel supongo que encontraría las dos últimas cosas que era lo que más deseaba, a decir verdad nunca he ido a uno, los odio. Pero si definitivamente ofrecían esas cosas, poderse sentar y hablar valía la pena ir algún día. Sí, definitivamente me había equivocado y equivocado salía de la exposición.

Crucé la puerta del museo, baje las escaleras y escuetamente regrese a la Medellín burda pero libre, corriente pero sociable. Qué más daba era algo real, menos abstracto y al menos podía sentarme en una silla en la Plaza, hablar con alguien, tomar una foto, comer algo, y esas cosas.

¿Si ven cual es el problema que tiene democratizar la cultura, sin educar a los públicos? ¿Ya entendemos por qué el arte debe ser participativo y no representativo?, pregunta tonta, aún no lo hemos entendido.


imagen tomada de: www.elgrifo.com.co/.../day,11/Itemid,27

Crónica

domingo, 18 de octubre de 2009


Abrazar la vida es creer en el futuro

Con todo adiós a lo que se ama, todo abandono a lo que se quiere y todo olvido que se asume de forma forzosa, se desprende un pedazo de alma y se fragmenta la esperanza que el corazón cultiva de aferrarse a la vida.

Brazos fuertes que acarician el futuro y lo soportan mientras miran en el horizonte el camino que conduce a casa. La esperanza de abrazar la tierra que se deja, de derrotar los temores que se tienen y de tomar de nuevo la tierra en sus manos para hacer lo que se aprendió desde niños, cultivarla. Es el sueño de todo campesino que ha sido víctima del conflicto armado colombiano.

El Atrato sirvió de cómplice y de testigo aquel 2 de mayo de 2002, cuando el Bloque Elmer Cárdenas de las AUC y guerrilleros de las Farc incursionaron en Bojaya Chocó. En medio de los enfrentamientos que dichos grupos sostenían una pipeta cayó contra a iglesia de la población.

En el templo se refugiaba gran parte de los habitantes; mujeres, hombres y niños que se abrazaron de un Dios mutilado y secuestrado en su casa, con la esperanza de poder vivir. Deseo que le fue negado a 119 de ellos. Tras la explosión y en medio del eco que continuaban produciendo las balas, se construía un caudal de seres humanos que bordeaban el Atrato con la única intención de abandonar el austero pero implacable brazo de la violencia, que se ensañaba con una de las poblaciones más pobres del Chocó.

La nostalgia y el malestar de dejar los que se tenía, en un país que se tiene poco, y el dolor que ocasionaba abandonar a quienes se amaban tras escombros, miseria y riachuelos de sangre cruzados por balas de amigos que ahora eran enemigos, eran los sentimientos que traspasaban por el rio más navegable del mundo.

No había tiempo para pensar ni detenerse, sólo mirar al frente y trochar por la orilla hasta llegar a un lugar ajeno, desconocido y posiblemente inhóspito. Mientras tanto en casa forasteros de capa negra y fusil en sus manos se paseaban temblorosos pero desafiantes por las aceras y se rodeaban de gallinas, cerdos y pollos que hambrientos esperaban recibir comida.

El Dios no era ajeno a la tragedia, crucificado y mutilado yacía bajo las innumerables ruinas y rodeado 119 seres humanos que se extendían como mártires, pero que nunca serian canonizados y que sólo el estado de forma fría contaría por decenas y filaria en cifras y estadísticas.

Una vez más los afro-colombianos protagonizaban los titulares de diarios y noticiarios, una vez más el país se detenía ante la pantalla a ver como hombres de cuerpos rudos y miradas profundas abrazaban una caja o un costal y soportaban la mano de un amigo o familiar, una vez más vieron como un pueblo desaparecía como tantos que lo han hecho.

Durante las semanas siguientes múltiples organizaciones gubernamentales y no gubernamentales intentaron sembrar de nuevo vida en las solitarias e indeseables calles de un pueblo. El estado por fin llegaba y se instalaba como en casa.

Si la huida fue desesperanzadora y abrupta, la llegada sellaba un nuevo pacto e intuía un mejor vivir. El regresar a casa representaba recuperar su territorio, pero también afrontar su dolor, hacer su duelo e iniciar de nuevo, tal vez con menos familiares o amigos de los que se deseaba.

Banderines blancos se exhibían y canciones de vida y esperanza escoltaban la llegada. Quibdó se despedía cariñosamente de los que fueron sus hijos adoptivos y a los que dejaba partir con la esperanza de no recibirles bajo esas circunstancias de nuevo.

De regreso a casa un hombre alto, negro y a simple vista fuerte, abrazaba a una frágil criatura mientras miraba al horizonte, tal vez un atardecer o un amanecer que imponente desafiaba al Atrato a seguir llevando a casa a los que no eran forasteros. El hombre de brazos fuertes soportaba delicadamente el futuro, mientras miraba a casa con seguridad y entereza. Abrazaba la vida porque aún creía en ella.

Al llegar a casa y con la caída de la noche el agobiante silencio de la selva se interrumpía para dar paso a danzas, cantos y oraciones. El templo, esta vez se llenó de vida, todos danzaron donde meses antes habían muerto sus amigos y familiares.
Tal vez llegar a casa solo era el comienzo, pero aquel abrazo seria el eterno guía y anfitrión de un pueblo que se negó a morir a causa de la guerra.




Cibergrafía:
http://www.encuentromedellin2007.com/?q=node/3275 sitio Web visitado el 09/10/09 a las 11:30 p.m
http://www.casamerica.es/usuarios/autores/jesus-abad-colorado sitio Web visitado el 09/10/09 a las 11:30 p.m
Foto tomada de: : www.asociacionvagamundo.org/6615.html

PERFIL TRABAJADOR DE LA UNIVERSIDAD

viernes, 16 de octubre de 2009

PERFÍL

“Mi vocación es servir a la gente”

Por: Libardo Andrés Agudelo

Con 22 años, y con diversas experiencias que se reflejan en su vivaz mirada, en su férrea lucha diaria y en su notable carisma. Inicia el descubrimiento de una conquistadora de metas, y detractora de los moralismos sociales.

Jennifer Alejandra Penilla González, auxiliar de biblioteca de la Fundación Universitaria Luis Amigó y estudiante de Bibliotecología de la Universidad de Antioquia, es un enigma que se debate entre su sencillez, su temperamento y objetividad.

Jennifer nació el 11 de agosto de 1987 en el barrio Manrique de la ciudad de Medellín, fue la segunda hija del primer matrimonio de su madre luz Ángela González, quien en su segundo matrimonio tuvo a Santiago David. Así, Jennifer es la segunda de tres hijos.

Con un metro 65 de estatura y tras un ortodoxo traje, el que ella misma relaciona con el de una dama de cortejo fúnebre, Jennifer nos cuenta que lo más importante es su familia, su abuela, su madre, hermanos y sobrinos. Ella deja filtrar a través de sus ojos oscuros, la seguridad que le ofrece el tener un proyecto de vida definido y una postura frente a lo que es, lo que quiere y lo que la hace feliz.

Por su abuela profesa una admiración y ternura que le evoca su infancia cuando era “la enfermera de sus compañeros”. “Cuando era niña era muy amiguera, me creía la enfermera de mis amigos, los curaba, por eso toda mi vida estuvo cercana al área de la salud”, asegura.

Jennifer realizó sus primeros años de secundaria en el liceo San Lorenzo de Manrique. En busca de su sueño de ser doctora, en decimo grado se trasladó al Centro Formativo de Antioquia, CEFA, allí realizó una media técnica en salud gerontología, área en la que se desempeñó por seis meses y de la que dice haber aprendido mucho.

No obstante, ante la creciente sensibilidad por el estado de salud de sus pacientes, la joven decidió cambiar de profesión. “mi vocación innata es servir a la gente, pero con esa experiencia me quedó claro que el área de la salud no era la mejor forma de servir, así que pensé en estudiar trabajo social o bibliotecología”.

Lo rebelde de su personalidad y sus ideales de igualdad y justicia le impidieron estudiar trabajo social. “Me imaginaba peleando con un grupo armado por los derechos de las personas”, así que la bibliotecología fue la que le abrió las puertas. Actualmente cursa el cuarto semestre de Bibliotecología en la Escuela Interamericana de Bibliotecología de la Universidad de Antioquia.

Alberto González, su tío, es de quien habla con total admiración, él vive en Nueva York y comparte con Jennifer sus deseos de viajar por el mundo, de atraparlo en un puño de la mano y de conquistar la plenitud del éxito. Él y Jennifer comparten la búsqueda constante de un amor aunque se cuestionen frente a la existencia de él.

Independientes, rebeldes, bohemios, desafiantes de los convencionalismos y reproches sociales, pero alegres, trabajadores, soñadores objetivos y de carácter fuerte comparten hasta los más íntimos secretos.

Él viajó a Nueva York, y ella dejó su casa, actualmente y desde hace más de un año vive en el complejo residencial El cortijo del barrio Robledo en compañía de un amigo. La independencia, la posibilidad de tener su propio espacio y de tomar sus propias decisiones la sedujeron desde los diez años. “La independencia es la capacidad de decidir por sí solo, de darse su lugar me permite encontrarme con lo que soy”.

Al hablar de su futuro, su mirada profunda, acusadora y fuerte adquiere un brillo especial. Jennifer sueña con viajar por Suramérica y Europa, también proyecta ser conferencista y poder liderar proyectos que transformen y construyan la bibliotecología. “el auge y desarrollo que tiene la bibliotecología permiten que los nuevos profesionales aporten mucho a su conformación”, agregó.

El cabello lacio y negro de corte sobrio, y de nuevo el traje “de acompañante de cortejo fúnebre” parece no contrastar con la manilla que lleva en su mano derecha, un pequeño trozo de hilo de color café y fucsia que rompe con lo acartonado de su labor y que resalta su personalidad jovial extrovertida y amigable.

Al hablar de lo que la más disfruta de su profesión la joven se muestra molesta por la interpretación que se hace de ella. “Si bien bibliotecología proviene de biblioteca, es más que eso, ella te abre las puertas a un mundo desconocido, a un universo de posibilidades”.

Mientras se ríe de forma discreta, dice que le gustaría tener un perro o un gato. “Mi sueño frustrado por mi mamá, nunca he podido tener uno”. Si bien, no habla de casarse y tener hijos como su ideal de vida, si planea en un futuro compartir su vida junto a alguien.

Tengo muchos proyectos con mi familia mi mamà, mi hermano Santiago, mi tío mi abuela y mis dos sobrinos, a quienes amo “concluye.

ficción y no ficción, tiempo y narración

miércoles, 9 de septiembre de 2009

análisis

un cuentecillo

lunes, 31 de agosto de 2009


Fue la primera vez que…



Sigilosamente como cada mañana salió de su madriguera, bajó por el tubo que conducía a la ventana de la parte trasera de la casa, saltó a ella. Hábilmente se sujeto de la cortina, tomó un aire y saltó hasta la rejilla detrás de la nevera, bajó y por fin llegó al cajón medio abierto, allí tomó un trozo de galleta, no de queso, odiaba el queso, pero amaba las galletas y se dispuso a disfrutarlo.

Sin duda era un confianzudo, a portas del cajón mal cerrado se echaría y abusivamente pizcaría cada una de las galletas de Margot. Cierto día Margot llevó las galletas al mercado y él abusivamente salto de la canastilla, ocasionando todo un caos y obligándola a mudarse de puesto en la plaza de mercado.

Margot era una anciana medio encorvada de anteojos gruesos y con un gran bollo por peinado en su cabeza, era lenta y ya no tenía ni a velocidad ni la fuerza para combatir a su enemigo. Ella lo había intentado todo, gatos, ratoneras, hasta unos trocitos de queso envenenados, pero había fallado, no conocía a su enemigo. Él no era tonto, por el contrario, era astuto y absurdamente suertudo, además odiaba el queso.

Pese a su redondez y esbelto cuerpo, era veloz, joven e intrépido, se las ingeniaba, había pasado por muchas en su vida, era un veterano en los artes de asechar las galletas de Margot, sin importar el sitio en el que ella los asegurara, era pequeño de color gris cenizo, con una extensa cola, ojos saltarines y unas orejas que permanecían alerta todo el tiempo.

Margot nunca le había, ni siquiera tocado un pelito, pero esta vez, ella estaba preparada, sabía que él llegaría al cajón y se quedaría allí echando barriga hasta el medio día, ella, según él estaría en el mercado, pero Margot hoy tenia la firme decisión de deshacerse de su enemigo. Había pensado en decapitarlo, o quizá aplastarlo con una punta de tacón, o encerrarlo y torturarlo hasta dejarlo morir de hambre.
Pero lo que hoy había planeado era realmente ingenioso y creativo. Después de verlo, desde le agujero de la puerta, y de darle un poco de tiempo para que se acicalará, ella abrió una pequeña jaulita que traía envuelta en un paño amarillo y que celaba encarecidamente.

De allí salió un bello ejemplar, no de color gris sino con sedoso pelaje, cuidadosamente se deslizó por el piso de la cocina, atravesó el mesón central y por fin se encontraba en frente de su víctima,
Para cuando él se percató, el plan perfecto andaba rodando, el bello ejemplar era una ratona que había sido contratada para seducirle. Tarea que no fue de gran dificultad, él la invito al cajón a compartir las galletitas de Margot. Estuvieron allí toda la mañana mientras la anciana mujer esperaba cautelosamente la señal que le daría su nueva aliada.
Ella en un inesperado tropiezo del destino se acercó al rostro bigotudo de su nuevo amigo, el malicioso ratoncillo, enemigo de Margot. Lo besó, y traicioneramente lo ató al cajón. Para cuando él se percató de los que pasaba Margot se aproximaba con un mazo y él se encontraba atado totalmente a la que antes había sido su trinchera.
La bandida rata cobró su salario y desapareció tras la misma puerta en la que Margot había esperado ansiosa este momento.
Esa fue la primera vez que se enamoró, que lo traicionaron y que Margot pudo ver a su enemigo de cerca. Fue una sensación extraña para ella, ¿Qué hacer con su enemigo si lo tenía a su merced? Se indagaba.
Pues nada, lo mató. También fue la primera vez que Margot asesinó a alguien, eso la sumió en una profunda depresión que le llevó cuatro días después a suicidarse.
Esa fue la primera vez que el número de emergencia fue convocado a la casa de Margot.

miercoles 19 de agosto

viernes, 21 de agosto de 2009


El pecado de dos adolescentes





El crepúsculo de esa mañana de mayo de 2004 fue el mensajero que descubrió por primera vez su secreto, secreto que los traicionaría años más tarde y que hasta ahora sólo descubría, con aquél amanecer la más dolorosa decisión que ellos tomarían.


Fernando era para entonces un joven de 14 años, alto, delgado y con ojos color claros, nunca había tenido una experiencia parecida, él nunca imaginó que ese viaje de vacaciones repercutiría tanto en su futuro.


Eran las 4 de la tarde del día 12 de mayo del 2000 cuando Fernando llegó al a finca de Francisco, su abuelo, un hombre de avanzada edad y patriarca de una familia de 12 hijos; entre ellos Luis, quien a su vez era padre de dos hijos. Francisco al igual que toda su descendencia tenía un inseparable e indiscutible arraigo religioso, era una familia tradicional, de aquellas que a punta de caña y café habían salido adelante y habían hecho grande a Ántioquia.


Entre los ritos religiosos y la visita al pequeño pueblo los fines de semana, transcurría la vida de aquel anciano y de su hijo, quien vivía a una o dos cuadras. Bastaba con salir de la casa de Francisco, bajar a la cañada y subir a la montaña siguiente para estar en la casa de Luís, sitio que sería el testigo del evento que días después marcaría la vida de Fernando.


Entre los hijos de Luis estaba Mauricio, un joven de la misma edad de Fernando, si bien, para entonces eran semejantes en su desarrollo como jóvenes, la vida les había conducido por caminos muy diferentes. Fernando desde los cuatro años había dejado, gracias a la violencia y en compañía de su madre la tradición campesina de su familia.


Mauricio por su parte, realizaba las labores de campo; ordeñaba, montaba a caballo, deshierbaba, cortaba caña, picaba cuido y cogía café. No obstante ambos redescubrieron en aquel paraje de montañas empinadas y arroyuelos que se perdían entre la espesa selva después de rodear las extensas praderas de la vereda, una nueva forma de conocimiento, una forma que Francisco nunca aprobaría, y de la que nadie podría haber sospechado.


Parecía algo irrisorio pensar que de una familia de “machos” como lo planteaba Francisco, salieran esos sentimientos tan recíprocos entre dos personas de cuerpos semejantes y de inocencia no menos atrevida que la de un adolescente curioso e intrépido.

Esa noche una cachetona luna alumbraba los alrededores de la finca. Mauricio en compañía de Fernando salieron en busca de un caballo, al llegar a la pradera y con la noche de cómplice ambos, entre travesuras llegaron a perpetrar en lo íntimo del alma, abrazaron su deseo y su inocencia, y siendo conscientes de su hombría decidieron dejarlo, solo un rose, solo una efímera experiencia que ambos ocultarían y esperarían que se desvaneciera en sus recuerdos, tal y como había pasado, era solo un juego de adolescentes, solo eso.

Pero la noche aún era algo joven. Cuando llegaron a casa su padres tomaban un café mientras hablaban de asuntos de hombres. Los adolecentes, como era costumbre cada que Fernando iba a pasar vacaciones compartirían la misma habitación.


Esa noche los tenues rayos de luz que la luna irradiaba penetraban por la rendija de la puerta de madera, y mientras un olor algo dulzón se filtraba por los huecos de la ventana, ellos, traicionaron a su Dios, aquel que estuviera tras la puerta y quien cerrara los ojos ante el hecho. De nuevo entre juegos y permisos mundanos perpetuaron el deseo, deslizaron sus manos y por fín, siendo hombres se dejaron seducir; forzaron al destino, no fueron conscientes de su pecado ni de su magistral herejía, solo acariciaron lo que les era prohibido.


El crepúsculo fue el primer testigo de ese amanecer, un amanecer que siluetaba dos cuerpos desnudos, el cuerpo de un joven alto, de ojos claros y cabello negro, y el de un rubio de ojos saltarines, de cuerpo fornido y trabajado y de ondulado abdomen, el primero encima del otro como la noche les había dejado caer.


El silencio pareció ser el acompañante inseparable de aquel crepúsculo que presenció cómo el amante abandonó, sin siquiera alzar la mirada el lecho, mientras el Dios de la puerta le hacia espacio sin reproches. Si la noche cobijó su deseo y la madrugada les hizo menos hombres, el día traería consigo la nostalgia y la incapacidad de aceptarse, ambos se hicieron mudos e indiferentes, habían traicionado a su Dios, a su familia de “machos” y habían descubierto que en su pecado había satisfacción pero también resentimiento.


Esa misma tarde Fernando recogió sus pertenencias y partió de nuevo a la ciudad, el fortuito encuentro le marcó el modelo del torso que amaría por siempre y la forma bajo el ombligo de la que sería amante.


Para el 2006, toda la familia regresó para celebrar el matrimonio de Sofía, una de las tantas nietas de Francisco, quien a sus 18 años había tomado la decisión de uniese en matrimonio.

Era sábado en la tarde y mientras Fernando se encargaba de preparar los elementos necesarios para el video del a boda, apareció tras la puerta una silueta conocida para sus ojos y añorada, una silueta que habló con una voz más madura y que se proponía dejarle al descubierto su frágil voluntad. Un hombre que siendo menos inocente le generó miedo y lo obligo a arrinconar sus deseos y a encerrar sus brazos.


Esa noche ambos hablaron y caminaron por las calles del pueblo después de la boda, hablaron de la novia de Mauricio, de lo feliz que era y de lo ocupado que estaba Fernando en la ciudad planeando su futuro, pero nunca de lo que ambos ocultaban y querían, nunca de aquel encuentro.

Pese a ello miradas indiscretas y que morían poco a poco recordaban que el alma aún alimentaba la necesidad de liberarse, pero no les fue posible, solo dieron la espalda cual puta cuando cobra su salario y a través de un indiscreto espejo ubicado en la sala de la casa de la novia, se dijeron adiós; un adiós que aún se suspende en el aire y que pareciera continuar tejiendo la esperanza de un nuevo encuentro, de una nueva oportunidad.


¿Qué hacer ante su familia?, ¿cómo decirlo?, o ¿cómo no sentir vergüenza del que dirán?, ¿cómo ponerse en pie y decirle a sus padres que no eran tan hombres?, ellos de seguro enfurecerían. Le temieron a eso y de nuevo traicionaron a su Dios, esta vez no por entregarse a un mundano deseo sino por desmembrar la oportunidad de ser felices.


POR: Lianaga








miercoles 19 de agosto


Volver a narrar



La narración en el periodismo, según Juan José Hoyos representa una relación con lo que se define por conocimiento. El conocimiento y la capacidad de interpretar una historia y organizarla en un orden lógico, con riqueza descriptiva y un hilo cronológico permiten la construcción de lo que puede denominarse como una historia.


Si bien, en periodismo la crónica es una de las formas de narración más antiguas, la Revolución Industrial y la nueva empresa comunicativa desnarrativizó el periodismo y lo hizo ligero, de lenguaje ahorrativo y poco descriptivo. Hechos que ocasionaron la extinción de un lenguaje literario en el área comunicativa, y que llevo a resumir la información en lo que se denominaría como noticia.


Posterior al planteamiento de Hoyos aparece uno de los grandes paradigmas de la empresa comunicativa del siglo XX, paradigma que los grandes periódicos han empezado a entender y a retomar, la narración, la reconstrucción de las historias, como los textos de estilos y estructura narrativa que cuentan una serie de hechos en sucesión cronológica en la que existen acciones de los personajes. Partiendo de dicho análisis, los textos expositivos y argumentativos no pueden ser llamados historias.


Sin duda alguna, otro de los grandes análisis que plantea la segunda parte del texto de Hoyos, es el realizado a los diferentes tipos de historia, y la diferenciación de las historias periodísticas y las literarias.


La primera de ellas se diferencia de la segunda en la cercanía y representación de los hechos reales que dan origen a un reportaje. Es así, como lo plantea el texto “en este sentido una crónica, un reportaje, un perfil, una entrevista tratan de presentar seres, cosas y sentimientos existentes positivamente en una realidad no literaria, es decir una realidad que existe en el mundo cotidiano”.


A este intrínseco análisis se le agrega la necesidad de que dicho texto narrativo lleve inmerso la “curiosidad primitiva”, el suspenso, aspectos que se ven reforzados por la acción que realiza el personaje.


Hoyos desarrolla dichos planteamientos hasta llegar a la conclusión de que el paradigma del siglo XXI en el periodismo se enfoca en retomar y reconstruir los aspectos narrativos.


BIBLIOGRAFÍA:


HOYOS, Juan José (2003). Escribiendo Historias, el arte y el oficio de narrar en el periodismo, Primera Edición; Editorial Universidad de Antioquia. Colombia, págs



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miercoles 19 de agosto

miércoles, 19 de agosto de 2009


Ideales Urbanos

Como una ese extendida de más de ochenta metros y en el corazón de la ciudad, entre las calles 48 y 49, se encuentra un callejón que es enmarcado por realidades sociales recreadas en paredones recubiertos de brillantes y llamativos colores.


Los andenes, los postes de la energía y el moblamiento urbano parecen confundirse con la fluorescencia del arte que cubre cada espacio, más de 50 hongos de cada lado de la calle protegen las elaboradas siluetas revolucionarias y sociales de arte urbano.


Los solitarios, olvidados y drogadictos son los únicos que en medio de la noche encienden una luz en la base de los murales, tal vez para calentarse o para redescubrir su realidad en medio de la inclemente noche en la mítica urbe que erróneamente es llamada “ciudad solidaria y competitiva” al menos es la expresión que su rostro refleja a través de las sombras que se escapan cerca de las fogatas.


Brazos extendidos, miradas profundas, peses, sirenas televisores, simios, hombres con barba finamente delineada, gatos tenebrosos y de colores cálidos van uno tras el otro confundidos y perdidos en grafitis de color azul, rojo, verde, fucsia y morado. Es como entrar en un transe, es encontrarse con la inconformidad, la identidad, los ideales, los temores y sueños de una sociedad reprimida pero revolucionaria, de una urbe que pide respeto e igualdad, que rechaza la discriminación y pelea contra los estereotipos, una ciudad que define su personalidad y defiende sus ideologías.


Hombres que caminan indiferentes y mujeres que llevan sus hijos a la escuela, repudian los artistas de cabello largo y enredado, de barbas gruesas y oscuras de pantalones anchos, camisetas coloridas, artistas que se piensan, que se abren espacio en las calles y que le hacen contrapeso a los museos.


En la calle 40, la urbe mira al under ground , le hace espacio y se permite ser cuestionada, se deja manosear cual amante que desaparece ante la llegada de su esposo, se deja seducir, y como un oasis en el desierto se hace permisiva e incluyente para los anónimos, los diferentes, los hombres de la noche que sostienen bajo sus narices frascos amarillos, los guerreros que se arman de aerosoles e ideales, de igualdad y esperanzas; los guerreros de pantalón ancho y cabello largo y abultado.

martes 18 de agosto

martes, 18 de agosto de 2009


Aprendiendo a vivir

El transcurrir del tiempo le había enseñado a luchar, a “guerreársela” como ella decía, con solo 20 años, desempleada y con una niña de 16 meses estaba Ildara. La vida le había dado un espaldarazo con el nacimiento de su hija, un puntapié del cual se sentía incapaz de reponerse.

Cuando aún celebraba sus 18 años, desarrollaba sus estudios en Contaduría Pública en una prestigiosa universidad y trabajaba en un consorcio de administradores y contadores, Ildara de dio cuenta que próximamente iba a ser madre, hecho para el cual no estaba preparada.

Desde ese momento la vida se le empezó a desplomar como un juego de dominó que es apilado una pieza tras otra, primero su fortuita pareja se rehusaba a reconoce la paternidad de su hijo. Su familia, que aún no se entraba, le cerraría las puertas y ella se vería obligada a abandonar su casa. Pese a ello era optimista y se rehusaba a fracasar como su madre le dijo alguna vez.

Con un haz bajo la manga siniestramente y traicionando sus principios, lo intentó; rompió su ética, violento su moral, pateó su fé y como un “medicucho” se lo había sugerido bebió el conjunto de hiervas que la desatarían del problema.

Esa noche se le hizo imposible conciliar el sueño, en el transcurso de la semana continuo con los brebajes, para entonces ya tenía poco más de tres meses de embarazo y pese a sus maniobras para ocultarlo, una delineada silueta que rompía bruscamente con el vello que salía de su jean se empezaba a exhibir.

Al cumplir las 16 semanas de gestación, y ante la incapacidad de de esos brebajes de deshacerse de lo que ella llamaba su problema, se aferró a la oportunidad de tenerlo, de fracasar ante los ojos de su madre y de perderle la primera batalla al destino dejando la universidad.


Pero el dominó de su vida, que ya se desplomaba no dio tregua, e Ildara perdió su trabajo, ahora se encontraba sola, sin trabajo, sin su amante fortuito, sin la posibilidad de estudiar y con el temor más grande. Contarle a su familia.

Su padre no era mala gente, era un hombre trabajador, desplazado por la violencia y algo analfabeto, radical y excesivamente machista; su madre era extremadamente religiosa y de seguro se escandalizaría; por eso ella decidió cercarse y ocultar su secreto.

Secreto que la traicionó descaradamente cuando una mañana su blusa se levanto ante los ojos de su madre quien se percató de lo que pasaba, y aunque Ildara intento negarlo, le fue imposible, lo curveado de su vientre y su indiscreto ombligo fueron los detonantes y causantes de la caída de la pieza central de su juego de dominó.

La confusión se propagó por la casa de la humilde familia, entre el llanto, los reproches y la incertidumbre transcurrió aquella veraniega tarde del mes de noviembre.

Margarita, su madre no ocultaba su decepción, pero se le evidenciaba más su preocupación ante el futuro de su hija mayor. ¿Cómo contárselo a su esposo?, él sin duda echaría a Ildara de casa y ella quedaría desprotegida a merced de nadie.

El buque se hundía y no había forma de evitarlo, esa tarde su padre dió una fecha de plazo que no excedía los 4 días para que Ildara desapareciera de sus vidas, si la pieza central de su dominó le dejo el alma agobiada, la siguiente la llevó a necerrarse en una profunda desilusión, estaba sola, en cinco meses lo había perdido todo, su vida ya no era vida, y el futuro era un trayecto siniestro y agobiante donde no se filtraba ni un rayo de luz con la llegada del alba o la partida del sol en un ocaso.

Nunca lo dijo, pero nunca aceptó perder lo que era, ni decidió dejarlo todo por ese nuevo regalo que no había pedido, solo lo disfrazó e intento pintarlo de colores para que no le doliera tanto; con el paso de los días su padre entró en razón, pera ya era demasiado tarde.

Mientras el sol de la madrugada de un cuatro de marzo traía bruscamente y con sórdidos gritos en la sala de un hospital a la que fuera el sexto miembro de esa humilde familia y mientras Juan, el que prontamente seria tío, esperaba; Ildara tomaba una decisión. Jamás pensó en suicidarse, tampoco en hacerle daño a esa pequeña de ojos claros y cálida que una enfermera le entregaba complacida y le decía “es niña, felicitaciones”, solo se desconecto de su destino, se rehusó a ver caer la última pieza del dominó y se negó empezar a construirlo de nuevo con una dirección diferente.


Se encerró en ella misma, perdió el control, y aunque ahora lleva una vida normal como una madre amorosa ante el público, no fue capaz de volver a aprender a vivir, solo sabe levantarse y descargar en sus ratos de poca lucidez su dolor y frustración, se hizo intransigente, incapaz una simple espectadora del dominó que pieza a pieza yace en el piso que ahora es su vida

Por: Lianaga