un cuentecillo

lunes, 31 de agosto de 2009


Fue la primera vez que…



Sigilosamente como cada mañana salió de su madriguera, bajó por el tubo que conducía a la ventana de la parte trasera de la casa, saltó a ella. Hábilmente se sujeto de la cortina, tomó un aire y saltó hasta la rejilla detrás de la nevera, bajó y por fin llegó al cajón medio abierto, allí tomó un trozo de galleta, no de queso, odiaba el queso, pero amaba las galletas y se dispuso a disfrutarlo.

Sin duda era un confianzudo, a portas del cajón mal cerrado se echaría y abusivamente pizcaría cada una de las galletas de Margot. Cierto día Margot llevó las galletas al mercado y él abusivamente salto de la canastilla, ocasionando todo un caos y obligándola a mudarse de puesto en la plaza de mercado.

Margot era una anciana medio encorvada de anteojos gruesos y con un gran bollo por peinado en su cabeza, era lenta y ya no tenía ni a velocidad ni la fuerza para combatir a su enemigo. Ella lo había intentado todo, gatos, ratoneras, hasta unos trocitos de queso envenenados, pero había fallado, no conocía a su enemigo. Él no era tonto, por el contrario, era astuto y absurdamente suertudo, además odiaba el queso.

Pese a su redondez y esbelto cuerpo, era veloz, joven e intrépido, se las ingeniaba, había pasado por muchas en su vida, era un veterano en los artes de asechar las galletas de Margot, sin importar el sitio en el que ella los asegurara, era pequeño de color gris cenizo, con una extensa cola, ojos saltarines y unas orejas que permanecían alerta todo el tiempo.

Margot nunca le había, ni siquiera tocado un pelito, pero esta vez, ella estaba preparada, sabía que él llegaría al cajón y se quedaría allí echando barriga hasta el medio día, ella, según él estaría en el mercado, pero Margot hoy tenia la firme decisión de deshacerse de su enemigo. Había pensado en decapitarlo, o quizá aplastarlo con una punta de tacón, o encerrarlo y torturarlo hasta dejarlo morir de hambre.
Pero lo que hoy había planeado era realmente ingenioso y creativo. Después de verlo, desde le agujero de la puerta, y de darle un poco de tiempo para que se acicalará, ella abrió una pequeña jaulita que traía envuelta en un paño amarillo y que celaba encarecidamente.

De allí salió un bello ejemplar, no de color gris sino con sedoso pelaje, cuidadosamente se deslizó por el piso de la cocina, atravesó el mesón central y por fin se encontraba en frente de su víctima,
Para cuando él se percató, el plan perfecto andaba rodando, el bello ejemplar era una ratona que había sido contratada para seducirle. Tarea que no fue de gran dificultad, él la invito al cajón a compartir las galletitas de Margot. Estuvieron allí toda la mañana mientras la anciana mujer esperaba cautelosamente la señal que le daría su nueva aliada.
Ella en un inesperado tropiezo del destino se acercó al rostro bigotudo de su nuevo amigo, el malicioso ratoncillo, enemigo de Margot. Lo besó, y traicioneramente lo ató al cajón. Para cuando él se percató de los que pasaba Margot se aproximaba con un mazo y él se encontraba atado totalmente a la que antes había sido su trinchera.
La bandida rata cobró su salario y desapareció tras la misma puerta en la que Margot había esperado ansiosa este momento.
Esa fue la primera vez que se enamoró, que lo traicionaron y que Margot pudo ver a su enemigo de cerca. Fue una sensación extraña para ella, ¿Qué hacer con su enemigo si lo tenía a su merced? Se indagaba.
Pues nada, lo mató. También fue la primera vez que Margot asesinó a alguien, eso la sumió en una profunda depresión que le llevó cuatro días después a suicidarse.
Esa fue la primera vez que el número de emergencia fue convocado a la casa de Margot.

1 comentarios:

Natalí Chamorro Galeano dijo...

Me encantó *-* ... Siento que al final se perdió la fuerza narrativa, el detalle de que la anciana se suicidara cortó con la magia y el genio del cuento :D ... Este escrito da muestra del "geniecillo picarón" escondido en vos.

Natilla :D