La peste del olvido, amamanta a la barbarie

domingo, 28 de marzo de 2010

La peste del olvido, amamanta a la barbarie

Por: libardo Andrés Agudelo

Siempre me pregunté que era la barbaridad, hoy cuando hice parte de un proceso “democrático” en uno de los barrios de la Comuna 8, tristemente reconocí el término en la mirada de las personas, olí su frívola fragancia en los alientos ofuscados de seres humanos conducidos por la ignorancia y la miseria de sus propias mentes.

Fue como regresar a la prehistoria y como acariciar las palabras de William Ospina: “los colombianos somos víctimas de los tres grandes males que echaron a perder a Macondo: la fiebre del insomnio, el huracán de las guerras y la hojarasca de la compañía bananera […] la peste del olvido, la locura de la venganza, la ignorancia de nosotros mismos que nos hizo incapaces de resistir a la dependencia, la depredación y el saqueo”.

Si, William Ospina parece recuperar cada uno de los aspectos que, a mi parecer han configurado nuestros rasgos culturales, hemos olvidado que somos seres humanos, y como colombianos nos hemos desligado de nuestra historia, desconociendo que de ella depende no regresar a los errores que tristemente nos trasladaron a las grandes ciudades.

Es inadmisible que familias que huyeron de la guerra la propongan como una solución casi quinésica a sus problemas, absorto me quedé cuando una de las mujeres participantes del evento levantó su mano para sugerir, en plena asamblea, que la solución era irnos con machetes a recuperar lo que se nos había robado, el agua. Y más impactante fue el observar a los casi 140 asistentes aplaudirla en un inagotable canto de victoria y apoyo.

Este escenario era reforzado por unos tantos “líderes” que ponían de forma discreta, hipócrita y astuta la brasa que encendía el fuego y avivaba los odios de una comunidad que aunque se negara a reconocerlo, se configuraba conjuntamente con el miedo, la ignorancia, y lo peor, la incapacidad de reconocerse como seres humanos, no porque no tuviesen las herramientas, sino porque su necesidad continuaba siendo la de imponerse sobre el otro.

Barbarie que sólo puede explicarse en la peste del olvido, somos una sociedad desconocedora de nuestra historia y que vertiginosamente nos avecinamos a repetirla, nuestros deseos de venganza se imponen y sobresalen ante el desconocimiento de nosotros mismos, de nuestra historia y de lo que tristemente nos ha causado más dolor.

El ágora se deslizaba peligrosamente a una toma forzosa de sus derechos, no por falta de soluciones, que además eran evidentes, sino por su temor a ser humanos, a reconocer en el otro la riqueza cultural y por no querer escuchar más que lo que cada uno de los intereses particulares deseaba.

Sentí miedo, me aterre de escuchar propuestas que se estructuraban en lo bárbaro de la razón, seres humanos que apasionadamente incitaban a una matanza y que defendían con su vida “lo que habían escuchado de alguien”, o lo que es peor, lo que imaginaban podría ser.

Nunca he sido un partidario de considerar los estratos bajos como esos grupos de personas inferiores en conocimiento, pues pertenezco a ellos, pero hoy comprendí que barbarie e ignorancia se aliaron para reproducir la estela de muerte que desde la guerra de los Mil Días, El Bogotazo, o las guerrillas, sólo por mencionar unos, han configurado el eje estructural de los que sólo responden a incitaciones de unos cuantos legitimadores que pretenden ser llamados “lideres”.

La muchedumbre parece seguir conformándose con pan y circo como en la antigua Roma, y la democracia naufrago como el Titanic aquella noche de abril de 1912, hecho que me parece, aparte de triste, desconcertante e insultante para lo que denominamos civilización.

Tras agridulces toques de sabiduría primitiva y de ley de supervivencia abandoné el escenario de discusión con un gran cuestionamiento: ¿Qué curará en nosotros la peste del olvido? que amamanta a la barbarie.

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