La llamada que los enfrentó a su mayor temor
El sonido de un viejo teléfono que se ubicaba en el pasillo que conducía a la segunda habitación de la casa de la familia Agudelo Gallego y despertaba abruptamente a las seis de la mañana a Noelia, una mujer de 40 años, fue el presagio que arraigo los mayores temores de la familia Gallego en Medellín.
Tras presionar el botón rojo un llanto incontenible fue el que denuncio la más dolorosa noticia a la que se enfrentaba esta humilde familia San rocana. “la mataron, mataron la niña, Noelia la mataron”, por un momento todo pareció desplomarse para la tía de la niña Cristina Gallego de 4 años que había sido reportada como desaparecida en su finca en el municipio de San Roque el domingo 29 de marzo.
“la niña no, no la niña, no “¿Por qué la niña?” gritaba la mujer mientras se soportaba la cabeza; aquel viejo teléfono fue testigo esa mañana del llanto de una familia completa, Celina, Marcela, Margarita y Edilma tías de la menor entraron en un desconcierto total. Noelia en pijama recibía las interminables llamadas de sus hermanas quienes por momentos se desquebrajaban y se fundían conjuntamente en un llanto incontenible.
Le llevo los zapatos a su mamá pero el alma de ella se quedo descalza.
Cuando las manecillas del reloj marcaban las diez treinta de la mañana del domingo 29 de marzo, Rafael Gallego padre de 9 hijos, seis hombres y tres mujeres, entre ellas Cristina, salió como todos los domingos de su casa para dirigirse al casco urbano del municipio de San Roque, un pequeño municipio localizado al nordeste de Antioquia, a vender sus productos agrícolas; la pequeña cristina de 4 años de edad quedo con su madre en casa, Como cada fin de semana Lucia, su madre la tomaría en sus brazos y con seguridad la sostendría para ayudarle a evadir las múltiples irregularidades del terreno; entonces la pequeña se soportaría del cuello de su madre y como siempre la abrazaría durante 30 minutos hasta llegar al pueblo, tiempo en el que hablaría y se reiría sin parar.
La finca está ubicada en medio de lo que hace unos 10 años era un hermoso paraje antioqueño cubierto de grandes extensiones de terreno despejado, con árboles frutales, todas cercadas por mansos arroyuelos en los que pequeños pescados eran sacados por los niños con costales; en la parte alta de una de las montañas una casita rodeada de caballos, vacas y gallinas silueteaba una modesta escuela rodeada de begonias rojas y desde la cual era posible vislumbrar las doce fincas que se ubicaban a los alrededores. Un olor dulce, un tanto cálido y que tentaba a los sentidos salía de la maquina, sitio en el que se procesaba la caña y se producía panela, una casa finca que estaba rodeada de arroyuelos y que tentaba a antojarse de comerse un conejo, un blanqueado o un trozo de panela recién horneada, así bajo los árboles, que cobijaban con su sombra a los muchos niños que corrían por las praderas después de salir de clase, los habitantes eran testigos del magnífico mundo que era la vereda San Javier.
Con el paso de los años y como consecuencia de la compra de la mayor parte de los terrenos por parte del municipio de San Roque como respuesta un Plan Nacional Ambiental que protegía las estrellas hídricas, la zona se empezó a transformar, la maleza empezó a rodear las casas, espesas selvas y cañones profundos bordearon los arroyuelos que estaban cerca de la casa de Rafael y Luis, los únicos que aún permanecían en sus terrenos, simplemente por negarse a vender por el valor ofrecido, o por irregularidades en los procesos de compra. Una exótica vegetación cubrió todos los senderos hasta convertirlos en caminos de herradura y las caídas de agua empezaron a profundizarse y perderse en la selva que terminó por ocultar las casas que desde la escuela era posible observar.
Así en ese paraje Cristina se aventuró, por primera vez a salir sin su madre, no sin colocarle, como era costumbre un par de zapatos tras la puerta del baño. Walter un poco menor que Diego y mayor que ella la vio despedirse y salir por el sendero que conducía a la salida de su casa.
Por su parte Lucia se puso los zapatos, tomo su bolso y salió por Cristina, cuando Walter la percató de su ausencia corrió a alcanzarla y al llegar a la puerta de la finca, un sitio a no más de dos cuadras de distancia donde convergen varios arroyuelos; que fueron testigos errantes de las ultimas huellas de la niña y que arrasaron con ellas y con las de un hombre que la tomo y desapareció en medio de la espesa selva; y no encontrar a la niña, avisó a Rafael y desesperadamente la buscó por todo el camino.
Para cuando la tarde comenzó a caer y después de que más de 40 personas entre el Ejército, la Policía, los Bomberos, amigos y familiares buscaran por varias horas y ante la mirada atónita de su madre se interrumpió la búsqueda, con el compromiso de iniciarlas al día siguiente a las 7 de la mañana.
Una noche de insomnio y una mañana de dolor
Bajo un clima inclemente y una fuerte lluvia transcurrió la noche las familias Gallego y Gallo en el casco urbano del municipio. Eran las cuatro de mañana del día lunes cuando al teléfono celular de Lucia llego una llamada de su hermano Gonzalo, quien argumentaba que una adivina amiga suya le había dicho que la niña estaba cerca de la finca con frio y miedo; Lucia se puso en pie y bajo la lluvia salió a buscarla, por su parte Rosa, Gabriel y Mario hermanos de Rafael la siguieron de inmediato, al llegar a la finca la mujer encendió el fogón de leña y puso un agua de panela con el fin de tenerla lista para cuando su niña llegara y a cada uno de los que fueron con ella les entregó mantas para que la cubrieran cuando la encontrarán.
Una hora más tarde cuando el sol por fin daba sus primeros destellos, que se filtraban a través de la espesa selva, Mario parecía haber perdido el control ante la imagen que presenciaba, el hombre gritaba en medio de un bosque cerca de la casa, Lucia más abajo por el mismo arroyuelo al escuchar la voz horrorizada que gritaba, entendió que su niña no estaba solo perdida.
La imagen no podía ser más trágica una pequeña de 4 años, cabello ondulado y negro, y de color blanco, más blanco que de costumbre por el efecto del frio en su piel, se encontraba a la margen derecha de una caída de agua, desnuda y con una puñalada en el tórax.
Fue un evento terrible lo peor que hemos visto asegura Rosa Elena Gallego tía de la menor que acompaño a lucia a ver su hija allí, Lucia se alejo, fue a su casa, bajó el agua de panela del fogón, tomó una silla la puso en patio, tomó su teléfono celular y empezó a anunciar a todos los que llamaban para iniciar la búsqueda que ya la habían encontrado.
Eran las 12 del día cuando la Fiscalía realizó el levantamiento del cadáver y cuando Noelia y todas sus hermanas llegaron al municipio a ponerse al tanto de la situación.
Un multitudinario adiós
Cristina no estaba sola, cuando su Féretro reposó en una pequeña sala de color blanco cientos de personas pasaron por su alrededor, unos parecían incrédulos ante el hecho; otros, murmuraban y comentaban lo sucedido, otros solo ingresaron, tomaron un café y se retiraron en silencio; Lucia, ubicada en el lado derecho de donde estaba Cristina solo le acariciaba el rostro de arriba hacia abajo quedándose suspendido el perplejo de sus dedos sobre los ojos de su hija, que para entonces se escondían tras un morado.
Ya eran las 3 de la mañana, solo un sollozo se escuchaba en aquella casa, los curiosos se habían alejado y en lo intimo de los que quedaban, entre ellos Lucia se poso un silencio turbulento, lagrimas y abrazos, esta vez más consientes de la pérdida se fundieron en un interminable lamento en el que la cara de un crimen que ocasionó sensacionalismo, repudio y solidaridad mostraba su rostro más humano, el de una madre que perdió a su amiga, acompañante y niña.
Ya era el martes 1 de abril y la pequeña era conducida por las calles de San Roque acompañada por una multitudinaria marcha, un réquiem y pancartas que representaban el desprecio de una población de 140.000 habitantes que se negaba a creer que uno de ellos fuese capaz de cometer tal hecho.
La nave central de la gran iglesia del pueblo fue quien la recibió entre lámparas antiguas, arcos de medio punto con pilastras en estilo clásico romano los despojos mortales y la multitud, la señora Luz Eugenia Echeverri personera del municipio, delegados de la administración municipal, de las instituciones educativas y grupos sociales se hicieron presentes y pronunciaron palabras de acompañamiento a la familia Gallego Gallo y de rechazo ante tal hecho.
El cielo empezó a cerrarse y cuando eran poco mas de las 4 la pequeña cristina inicio la última etapa de su recorrido, un viento frio recorrió las calles de la población y un fuerte aguacero inundo las aceras , la multitud siguió caminando en silencio hasta llegar a la bóveda 232, allí, a un lado se encontraba Lucia acompañada de sus hijos Walter, Diego, Luis Fernando y Rafael quienes entre los 8 y 5 años no comprendían lo sucedido, la mujer no lloraba solo se soportaba de los brazos de los pequeños mientras ellos preguntaban “mami porque dejamos a Cristina aquí”. “porque aquí la cuidarán mucho y estará muy bien”; fueron las palabras de quien intentaba dar una explicación de algo que no la tenía.
Las investigaciones.
Poco después del levantamiento del cadáver, la Fiscalía, la Dijin, y la Policía empezaron a adelantar las investigaciones; aunque para la fecha no se tiene conocimiento preciso del abusador sexual y asesino, las autoridades le siguen la pista a un joven entre los 25 y 35 años de edad, un joven rubio, blanco y de ojos verdes, a quien algunos habitantes llaman el mudo por su limitación física y de quien dice estuvo por dicho sector en esos días y quien pasara a las nueve de la mañana, según la señora Diosa Gallego, por su finca, un joven que según las autoridades ya tenía antecedentes por violación; por otro lado las autoridades sostienen la hipótesis de que este crimen puede tratarse de venganzas personales.
La cena sigue servida
Es el 5 de abril, domingo de ramos, la señora Lucia residida en el casco urbano por negarse a trasladarse a su finca toma una escoba y barre en zic zac mientras nos habla de lo linda que era su hija y recuerda como la abrazaba a diario y le decía que nunca la abandonaría, Rafael por su parte intenta hacerse a la idea de que fuera de que perdió a su hija perdió su finca, su trabajo cosas que se niega a dejar, esta vez sale, no para el pueblo, sino para la finca a recoger algunas cosas.
El día transcurrió con la normalidad de uno corriente, cuando la tarde cayó y la comida estaba lista las cosas parecieran perder su armonía, Lucia sirve la cena, toma un plato y otro y llama a Rafael, a Walter, a Luis Fernando, a Diego, a Felipe y a Cristina a quien le sirve un poco en un pequeño plato de batería decorado con unas flores rojas, Cristina no está, ella suelta el pequeño plato ingresa a su habitación e inicia un llanto incontenible por su pérdida; Felipe, su hijo mayor quien vino del Ejército a acompañarla intenta consolarla, ella pide estar sola, todos salimos de la casa, poco a poco las luces empiezan a apagarse y solo un llanto interminable acompaña nuestro camino a la casa vecina, lugar en el que vive su tía rosa y en el que me hospedaba yo.
Un sentido homenaje a Cristina Gallego y a su madre; un llamado por el respeto a la vida y los derechos de los niños.